Los alumnos se habían ido en cuanto sonó el timbre, que anunciaba la hora del patio, y el profesor que había de guardia, el primero. Nunca entenderé esas ansias por salir corriendo… como si el patio fuera a desaparecer en cualquier momento. Después de recoger mis cosas, me levanté lentamente de la silla, concentrada en mis pensamientos, no me apetecía salir de allí, tenía demasiadas cosas en la cabeza, y si salía de esa clase, debería enfrontarme a uno de mis problemas y aun no estaba preparada. Mientras caminaba hacía la puerta, pensando que estaba sola, oí como alguien decía mi nombre detrás de mí, y cuando me giré, lo vi allí, tan tranquilo, con su pelo castaño claro alborotado, igual que siempre, mirándome fijamente a los ojos, entonces se me cayó la mochila al suelo… ¿Qué se suponía que quería ahora? Pero no pude preguntar nada, no tenía fuerzas, no me salía la voz… y él se iba acercando cada vez más, así que empecé a retroceder hasta que choqué con mesa del profesor, y tragué saliva, no podía dejar que me dominaran los nervios.
-¿Qué quieres? –pregunté, intenté sonar lo más segura de mi misma posible.
-A ti.
Volví a tragar saliva, esta vez más nerviosa, habían pasado demasiadas cosas entre él y yo, cosas que no sabía como explicar, ¿De verdad me estaba enamorando de ese chico? ¿Tanto ansiaba volver a besarle? Disimulé todo lo que pude mi nerviosismo, y volví a responder con seguridad.
-No tienes pelos en la lengua, ¿eh?
Antes de responder sonrío -¿Siempre tienes que tener la última palabra?
Mientras hablábamos él se había acercado a mi, tanto que podía oírle respirar, me empezaron a temblar las piernas, así que tuve que apoyarme en la mesa que tenía justo detrás, mientras que él aprovechó ese movimiento para apoyar las manos en la mesa, alrededor de mi cintura. Se acercó a mi oreja, y justo con el mismo tono con el que yo le hablé aquel día en el parque, susurró:
-Si quieres que pare, solo dímelo.
Me dejó sin aliento, volví a tragar saliva, ¿Cuántas veces había tragado saliva ya? Empezaba a preocuparme, al final me dejaría sin… mientras yo pensaba en mi saliva, él separaba su boca de mi oreja, y con su cara a pocos centímetros de la mía, yo ya no pensaba en mi saliva, simplemente, ya no pensaba, me había perdido en aquellos fantásticos ojos azules, azules como el cielo… y entonces noté como se le dibujaba una sonrisa en los labios, sus perfectos labios, no pude evitar sonreír yo también, y es que últimamente, des de que lo tenía cerca, era algo que me ocurría muy a menudo. Quizá él tenía razón, y era inútil seguir resistiéndome… Nuestros cuerpos se rozaban, a penas podía pasar ya el aire, aire que a mi me habría ido muy bien, porque empezaba a tener mucho calor, temía que en cualquier momento pudiera desmayarme y quedarme allí inmóvil. Mientras mi cabeza daba vueltas, intentando aclarar todos mis sentimientos, él me besó. Para cuando quise darme cuenta, yo le estaba abrazando por el cuello, y él me había subido a la mesa, fue un beso apasionado, deseado por los dos, un beso que dijo mucho sin decir una palabra. Tuvimos que separarnos durante unos segundos para poder respirar, en ese instante él me contempló cogiéndome la cara con las manos. No pude evita pensar que él había ganado, después de todo, después de tanto tiempo, él tenía lo que quería, lo que a estado buscando durante todas estas semanas, era suya. Todo mi ser, desde la punta de los pies, hasta las puntas de mi pelo, era todo suyo.
-Te quiero. –Lo dijo en susurro, a penas lo escuché.
No me dio tiempo a responder, tampoco a sorprenderme durante mucho rato, pues en seguida me volvió a besar, como si no quisiera escuchar mi respuesta. Pero lo obligué a separarlo de mí, y mientras me miraba, y yo me volvía a acercar a sus labios:
-Yo también te quiero. –Y rocé nuestros labios lentamente.
Y después de besarme otra vez, me acarició el labio inferior, me dio un pico y puso su mano encima de mi rodilla, mientras me besaba en el cuello, sus manos empezaban a subir hasta que llegaron al borde de mi pantalón corto, entonces las puso directamente por debajo de mi camiseta, acariciándola suavemente, me la quitó, y sus besos empezaron a bajar… entonces fue él quien se quito la suya, y yo admiré su perfecto torso desnudo, acariciándolo suavemente, mis ojos marrones no podían apartarse de los suyos. Definitivamente, había perdido el control de mi cuerpo, ya no sabía lo que hacía, me estiré en la mesa y él apoyó su cuerpo contra el mío, su tacto hizo que me estremeciera, se empezó a mover poco a poco, sensualmente, estaba claro que él sabía lo que hacía. Estaba a punto de perder el sentido, aquello era demasiado para mi, sí, lo estaba deseando, no lo niego, pero él y sus besos llegaron hasta mi ombligo, fue como un golpe a la realidad, aquello no podía estar pasando, estábamos en una clase, y dentro de poco volverían los alumnos. Por mucho que deseara aquello, no podía ocurrir, ni en ese momento ni en ese lugar, debía poner fin a aquello antes de volver a perder el conocimiento y el control de mi cuerpo…
miércoles, 30 de mayo de 2012
martes, 29 de mayo de 2012
Historia, en un parque.
De todas las personas del mundo, de todos los seres humanos de este maldito universo, tenía que encontrarme con él. Y entre todos los momentos posibles, tenía que ser aquel, cuando más sola quería estar.
-¿Sabes que ya han cerrado el parque? –Me dijo mientras se acercaba y sonreía.
Lo miré con cara de pocos amigos, no era el momento de peleas, y si venía con esos aires de superioridad acabaríamos mal. Me levanté del banco ignorándolo, y cuando llegué a la puerta y intenté abrirla, vi que tenía razón, estaba cerrada, no podía ser verdad… miré hacía arriba, estaba demasiado alto. Sentí como la furia crecía dentro de mí, como la impotencia se mezclaba con la tristeza, noté como los ojos me empezaban a escocer, como las lágrimas luchaban para poder salir, pero yo me negaba a derrumbarme, allí no, delante de él no, debía aguantar hasta llegar a casa. Saqué el móvil para mirar la hora, me había quedado sin batería, perfecto… ahora no podría ni llamar a mi madre.
-¿Quieres llamar? Te dejo mi móvil, a cambio de un beso.
Lo fulminé con la mirada. No quería pelearme, no quería saber nada de él ni de nadie. ¿Por qué no me dejaba en paz? Pase por su lado, ignorándolo todo lo que pude, aguantando las lagrimas, tenía intención de ir a la otra puerta, pero si esta estaba cerrada, la otra, obviamente, también, así que fui hacia la valla de atrás.
-¿Dónde vas?
-Lejos de ti. No pienso quedarme aquí toda la noche. –Grité.
-Por favor, si me deseas.
Hice ver que no había escuchado su último comentario. Examiné atentamente la valla que tenía delante, de un salto podría pasar perfectamente. En el instante en el que me disponía a salir de aquel lugar, noté algo detrás de mi, me giré despacio, temiendo lo que pudiera haber. Y allí estaba él, otra vez, pero esta vez no hizo ninguno de sus estúpidos comentarios, y estaba más cerca de lo habitual; levantó una mano y la pasó por mi mejilla, quitándome así una lagrima, la primera lagrima, la que hizo que las demás brotaran con gran facilidad. Me di la vuelta bruscamente, para secarme todas las lagrimas y dejar de llorar.
-¿Por qué lloras? –Me miraba muy detenidamente, estaba serio, algo no muy común en él.
-A ti no te importa. –Le dije cuando me gire.
-¿Quién dice que no?
-Olvídame.
-Bésame.
-Y una mierda.
-Lo estas deseando.
Lo miré a los ojos, ¿Qué debía hacer? Y entonces, me cogió de la cintura, sentí como el corazón se me aceleraba, como la adrenalina recorría por mis venas. Le cogí del pantalón y lo acerque más a mí, decidida, segura de lo que estaba haciendo. Él se estremeció, lo empuje sensualmente hacía un banco, y cuando se sentó, me coloqué encima de él. Él me miraba a los ojos, yo tenía el poder, él solo se dejaba hacer, así que metí las manos por debajo de su camiseta, acariciándolo poco a poco, mientras acercaba mi cara a la suya, y cuando nuestros labios estuvieron lo suficiente cerca, volví a mirarle a los ojos, donde distinguí un destello de perplejidad y deseo, rocé nuestros labios poco a poco sin llegar a besarle y vi como cerraba los ojos, así que me acerque aun más, pero esta vez me dirigí a la oreja, y le susurre:
-A lo mejor, quien lo desea, eres tú.
Sonreí y me levanté poco a poco, y ante su atenta mirada, trepé la valla y desaparecí, absorta en mis pensamientos, en lo mucho que me había costado controlarme para no besarle…
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